Ya en el nuevo bando, en la zona de Acapulco,
Iturbide sufrió algunas derrotas de parte del ejército realista al mando del
Brigadier Gabriel Armijo; entonces al no poder vencerlo, Iturbide marchó hacia
el Bajío y se le unieron durante esos días varios realistas con gente armada,
entre ellos Vicente Filisola, José Joaquín Herrera, Anastasio Bustamante, Pedro
Celestino Negrete y Cortázar; así como insurgentes de la talla de Nicolás
Bravo, Guadalupe Victoria, y Rayón, el menguado ejército insurgente comienza a
crecer. De esos días que él mismo atestiguo, Zavala nos comenta:
En 1821, 6 000 soldados expedicionarios a lo mas
habían quedado de los 14 enviados para sostener los derechos imaginarios del
gobierno español; ¿qué podían hacer contra el ejército mexicano, que cuando
entonces era de 50 000 hombres?[1]
A los pocos días, llegó de España, Juan O'Donojú,
con el cargo de Virrey, quien al percatarse de que casi todo está consumado, y
que es él mismo, el representante del nuevo liberalismo español y buscando
rescatar algo para los Borbones, aceptó negociar con Iturbide y estampó su
firma el 24 de agosto de 1821, en el tratado de Córdoba, que ratificaba en lo
esencial el Plan de Iguala.
(O’Donojú) Se penetró desde el momento de que sería
inútil oponer a aquel torrente los débiles esfuerzos de un poder agonizante, y
que la resistencia solo produciría mayores calamidades (…) Consideró además que
entrando en un convenio racional con el caudillo mexicano, sacaría condiciones
ventajosas para la familia reinante en España, y aseguraría los derechos
civiles y políticos de los españoles residentes en el país, además de las
ventajas comerciales que podrían conseguirse sobre los tratados. Acababa de
presenciar que las tropas que en España se destinaban para las Américas habían
hecho una revolución a favor de la Constitución (…) Había sido testigo de que
los españoles se ocupaban demasiado de sus nuevas instituciones (…) resolvió
entrar con Iturbide en tratados que aseguraran la independencia del reino de
México y ofreciesen a la península indemnizaciones compatibles con el estado de
la opinión.[2]
El 27 de septiembre, el ejército Trigarante con
Iturbide al frente, hizo su entrada triunfal a México, es decir, no
precisamente los líderes insurgentes sino el representante de las clases y
sectores propietarios, que en tan solo 6 meses, se adueñaron del fruto de
espinosos años que habían pagado los combatientes por la independencia. Al día
siguiente 28, se firma el acta de independencia y se considera México un país
independiente finalizando así una lucha de 11 años. España no la reconoció
formalmente hasta diciembre de 1836 y de hecho había intentado reconquistar
México sin éxito en 1829.
[1] Ensayo histórico de las
revoluciones de México desde 1808 hasta 1830; Zavala, Lorenzo de;
Edit. Porrúa, México 1969, pág. 92.
1 comentario:
Muy Buena Joel, esto es una leccion para los que nos habiamos olvidado de esas etapas historicas
te felicito y continua con tu buen trabajo!
Tony Garcia
Alhambra, California
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