El 1 de abril de 1829 Vicente Guerrero se convierte
en Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, la alta sociedad teme sin razón,
a este hombre de color que hasta se atreve a calificarlo como salvaje
abominable.[1]
La ideas sociales a veces cobra tintes de racista, cosa que nos puede parecer
increíble, pues desde la conquista y durante los 300 años de la Colonia los
cruzamientos eran cosa común, por lo cual el siglo XIX debería de estar libre
de prejuicios raciales, pero no era así; un diplomático extranjero que en
realidad desempeña un papel de espía es Joel R. Poinsett, él nos da una pista:
(…) la más importante distinción social o política,
se confería tomando en cuenta el color de la piel. Blancura era aquí, sinónimo
de nobleza.[2]
Las cosas habían cambiado, pues las clases altas de
la sociedad del siglo decimonónico veían con celos que gente de una clase
social que no era la suya, esto es, de menor alcurnia y preparación aspiraran o
estuvieran dirigiendo los destinos del país.
…la autonombrada ‘gente decente’ descendientes de
aquellos vecinos principales de la elite colonial, no aceptaría que otros, a
quienes consideraban ‘inferiores’ ocuparan puestos públicos importantes en el
gobierno. Poco a poco los integrantes de esa elite se unieron en un poderoso
partido, y siendo la estratificación social, la estabilidad y el orden
condiciones indispensables para la acumulación de la riqueza, aspiraron a
conducir la sociedad nacional dentro de aquellos supuestos…[3]
La clase de los hombres de bien, o gente decente se
desesperaba al ver que retrocedían sus canonjías y empezaron hablar exagerando
de la ingobernabilidad del país, Lucas Alamán se refería así, respecto a
Guerrero:
(…) su falta de instrucción era tan absoluta, que
apenas sabía firmar su nombre (…) cuando hablaba, se podía asegurar que lo que
decía era contrario a lo que pensaba.[4]
Es tendenciosa la aseveración de don Lucas Alamán,
ciertamente Guerrero no tenía una instrucción escolar formal, pero su trabajo
inicial de arriero le había permitido aprender y comunicarse en varios
dialectos indígenas, valor agregado que le vio Morelos en beneficio de la
lucha, además sus sentimientos y solidaridad a las sufridas castas, de la que
incluso Morelos y él eran miembros, le daban otro tipo, otro nivel de
conocimientos y valores. Enseguida el perfil del personaje, que describió
Zavala en el año de 1831.
El general Guerrero es un mexicano que nada debe al
arte y todo a la naturaleza. Tiene un talento claro, una comprensión rápida y
extraordinaria facilidad para aprender. No habiendo recibido ningún género de
educación y habiendo comenzado su carrera en la revolución, muy pocas lecciones
pudo tomar de elocuencia y cultura en los cerros y bosques entre indígenas y
otras castas a cuya cabeza hacia una guerra obstinada a los españoles. Su genio
solo pudo conducirle hasta el punto que lo hemos visto llegar, y su constancia
es a la verdad un testimonio irrefragable de que posee virtudes sociales. Se
dispensaba la poca urbanidad de su trato familiar y algunos resabios del hombre
de los bosques en obsequio de sus grandes servicios y más que todo de su humanidad
y de su amor constante por la libertad.[5]
La verdad es que hay mucho de discriminación racial
por ser zambo o coyote o pinto, de acuerdo a la región en que se clasifique su
casta, su padre era negro y su madre india.[6]
En julio de 1829, en las costas mexicanas se
presentó una expedición invasora española al mando de Isidro Barradas. Para
enfrentar a la invasión, el Congreso otorga al Presidente Guerrero facultades
extraordinarias y éste crea dos nuevos cuerpos de ejército y uno de ellos lo
pone bajo las órdenes del vicepresidente Anastasio Bustamante. Barradas es
derrotado primero por las tropas de los generales Santa Anna y Mier en la zona
de Tampico; después del triunfo sobre la pretensión de España, Bustamante
aprovechando la situación de encontrarse al frente de un cuerpo fuertemente
armado, se pronuncia contra Guerrero el 4 de diciembre, [Plan de Jalapa] exige que
el Presidente renuncie y remueva a los funcionarios que apoyaban el sistema
federal.
El 18 de diciembre 1829 Guerrero solicita permiso
al Congreso General para enfrentar él mismo a los sublevados, una vez lejos y
en campaña, un 4 de febrero de 1830 el Congreso declara a Guerrero
imposibilitado para gobernar, el poder le es arrebatado.
(…) para ellos la manzana estaba madura desde la
independencia. Y como de la noche a la mañana amanecieron trepados en el árbol
del gobierno, de inmediato intentaron comerse la apetitosa fruta.
Todo el año de 1829 se esforzaron por hacerse del
poder. Inclusive, durante la invasión española (…)[7]
Guerrero había hecho una rápida e inmerecida fama
orquestada por las clases altas, que lo acusaban de incapacidad y torpeza a
causa, según ellas, de su acostumbrado trato con indios, negros, mulatos y
mestizos. La descalificación por no tener una cultura libresca es cuestionada
por Andrés Quintana Roo quien argumenta ante los congresistas no estar de
acuerdo con:
(…) la tesis de la incapacidad moral ni, tampoco,
con la de ignorancia como incapacidad, pues eso significaría que en el futuro
cada vez que la mayoría de los legisladores quiera excluir del mando a alguien,
con el criterio del grado de instrucción que los propios representantes
determinen, podrá hacerlo a su juicio y discreción.[8]
Ante semejante ingratitud, Manuel Payno se lamentaba
diciendo: “El hombre que había sido capaz de hacer la
independencia, fue declarado incapaz por el congreso”.
[1]
Sobre los temores de la elite por Guerrero, ver a Vincent, Theodore G.; The legacy of Vicente Guerrero, Mexico’s first
black indian president; University press of Florida, 2001, pp. 176-177.
[3]
Gordiano Guzmán insurgente y federalista; Jiménez Camberos, Isidoro; Secretaría de Cultura Jalisco, México 2005,
pág. 73.
[4]
El país de un solo hombre. El México de Santa Anna;
Tomo II La sociedad del fuego cruzado 1829-1836 González Pedrero, Enrique; Fondo de Cultura Económica, México 2003, pág.
13.
[5]
Ensayo histórico de las revoluciones de México
desde 1808 hasta 1830; Zavala, Lorenzo de; Edit.
Porrúa, México 1969, pág. 110.
[6]
Durante la guerra de independencia, Calleja constantemente exclamaba que
se haría unas botas negras con la piel de Guerrero. Ver González Pedrero, El
país de un solo hombre, el México de Santa Anna.
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